Sunday, September 14, 2014

¿Textos que hablan?

¿Los textos “hablan” por sí mismos? Es decir, ¿un texto obliga alguna interpretación en específico o, más bien, permite diversidad interpretativa? Si el texto hablase, ¿quién habla cuando leo?, ¿con quién dialogo en la privacidad de mi mente mientras leo?

Según autores en neurociencias, así como no pocos filósofos de la mente, en la percepción no hay otro testigo excepto uno mismo: percibir es presenciar una serie de vívidas escenas mentales desde un graderío de un solo asistente. No hay manera asequible ni de saber ni de comunicar si el rojo que usted percibe es exacta y precisamente el mismo rojo que yo percibo, lo mismo con el dolor, el sabor y demás llamados qualia –cualidades subjetivas de la experiencia individual. Por supuesto, la ciencia experimental logra un tipo de objetividad basado en intersubjetividad, pero por ahora no hay manera de asir con firmeza una explicación objetiva de la cualidad de la sensación en la mente consciente. Por ejemplo, con experimentación es posible verificar que el ojo humano puede distinguir un gran número de tonos del mismo color, sin embargo no hay suficientes palabras para poder comunicarlos objetivamente. Por lo que no hay manera de evitar por completo lo inefable de nuestra percepción; es decir, lo incomunicable, y que en muchos casos es lo que realmente importa de manera personal.

Si la experiencia directa individual del aquí y del ahora conlleva aspectos relevantes e inexpresables, cuán mayor inefabilidad habría en la transmisión textual aún si el autor estuviese a lado nuestro mientras leemos para asistirnos en la interpretación; cuánto más si la composición del texto tiene décadas, siglos o milenios de haber ocurrido.

Leer un texto es leerse a uno mismo; como lo dice Marcel Proust: «cada lector, cuando lee, es el propio lector de sí mismo.» Por eso es tan relevante la lectura crítica, para hacer delicadas distinciones entre los aspectos subjetivos propios y los aspectos intersubjetivos externos a nuestra propia vida mental, para distinguir lo que sólo está en mí y lo que está afuera de mí, para distinguir una interpretación subjetiva, relevante e inefable y lo que son hechos intersubjetivos en forma de interpretaciones compartidas.

Hay muchos tipos de hechos intersubjetivos: hay hechos físicos, psicológicos, sociológicos, históricos, aun hechos religiosos y teológicos, así como hay hechos estéticos e incluso hechos místicos, etc. Lo importante es mantener en continua revisión los criterios que sustentan tales categorías, y evitar confundirlos entre sí de manera permanente. Un frecuentado ejemplo es el hecho físico, evidente a la percepción en la experiencia directa, de que la Tierra no está en movimiento ni gira alrededor del Sol; tal hecho fue una interpretación compartida por muchos en el pasado, pero de ser un hecho físico pasó a ser un hecho psicológico histórico (es decir, es un hecho histórico que mucha gente mantuvo esa mentalidad en épocas pasadas).

¿Quién o qué articula las palabras y los enunciados que leo en un texto? ¿No acaso en esa articulación ocurre una inherente y sutil cooperación entre autor, medio de transmisión y lector, tal que un desentono contextual menor o mayor puede causar interpretaciones diferentes? La lectura como proceso ocurre sobre el resbaladizo terreno de la comunicación humana. Por eso una lectura crítica implica no poco esfuerzo pues hay mucho por verificar antes de proponer una interpretación o exégesis de un texto; por supuesto, entre más tiempo y distancia cultural haya entre el autor y el lector más complejo y relevante se hace ese esfuerzo.

Hay mucho por indagar sobre ese esfuerzo de lectura crítica de textos, en la historia de la lectura hay no pocos ejemplos de un solo texto pero con gran variedad de interpretaciones, y de no menos complejidad en las consecuencias de dichas interpretaciones. Hay mucho por indagar sobre el importante papel que tiene la crítica textual en el ejercicio de la hermenéutica y la filología.

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