Sunday, April 24, 2016

¿Qué significa “estudiar la Biblia”? – Parte 2

¿Qué es la Biblia? ¿Por qué es importante esa pregunta? ¿Es importante sólo para los judeocristianismos o también lo es para una persona en búsqueda de una mayor conciencia histórico-crítica de su sociedad? ¿Cómo es la Biblia diferente de, por ejemplo, el Bhagavad Gita, o el Corán, o cualquier otro conjunto de textos antiguos? Y, quizá una de las preguntas más relevantes, ¿para qué sirve la Biblia?

Por fortuna, la Biblia no tiene dueño, sino que es del dominio público; es decir, nadie tiene el derecho exclusivo de monopolizarla. Eso significa que las personas, cualquiera, o cualquier institución, tenemos libertad para usarla, copiarla, representarla e incluso editarla. ¡Cualquiera podría corregirle la plana a quienes hayan sido los autores!

De hecho, justo eso es lo que ha ocurrido muchas veces: los editores de la Biblia se han tomado todo tipo de libertades desde hace veinte siglos y han hecho pública la versión que les ha parecido más conveniente para sus intereses. Tanto es así, en los hechos, que quizá una parte de la respuesta a la última pregunta del párrafo inicial sea: para editarla.

Por supuesto, lo primero que hay que impugnar es si “cualquiera” puede realmente “corregirle la plana” a esos textos antiguos. No cualquiera, claro, lo puede hacer de manera responsable y con plena conciencia de lo que hace. Aun así, muchos, muchos, a lo largo de veinte siglos se han considerado aptos para editar los textos de la Biblia. ¿Quién lo ha hecho, cuáles fueron las ediciones, cuándo fueron hechas, por qué razones, para qué?

Un grave tropiezo sería tomar la práctica común de la edición de textos bíblicos como si fuese un acto de manipulación o algún tipo de conspiración en contra del indefenso e inerme público en general. El tropiezo estaría en suponer acríticamente que el objetivo principal de cada edición haya sido hacer público algo que es falso: una mentira. Hay múltiples y variadas razones detrás de las ediciones o enmiendas o adaptaciones a la Biblia. Un ejemplo muy básico de esas razones ha sido poner esos textos a la disposición de personas que somos analfabetas en hebreo, o griego koiné, o copto, o siriaco, o cualquiera de los idiomas en que fueron escritas las múltiples copias bíblicas existentes.

La Biblia, como conjunto de textos antiguos, ha sido objeto de enormes intereses históricos, religiosos, políticos, sociales, económicos, filológicos, etc., a lo largo de muchos siglos. La complejidad que gira alrededor de esas diversas inclinaciones hacia la Biblia, así como la complejidad del contenido mismo de dichos textos antiguos, ha sido también otra razón de interés por parte de no pocos estudiosos.

En círculos religiosos populares se escuchan todo tipo de afirmaciones acerca de las ediciones o enmiendas o adaptaciones en los textos bíblicos; por ejemplo, que ninguna enmienda modifica ninguna de las creencias centrales de algún judeocristianismo en particular. Tal afirmación refleja más una reacción emocional que una conciencia histórico-crítica del asunto. Tal afirmación es imprudente —por no decir insulsa y fanática— en la medida en que desaliente el examen crítico del asunto. Por el contrario, quien esté realmente interesado en la Biblia —y no en mantener prejuicios—, hace bien en investigar por cuenta propia cómo pensar críticamente y cómo aplicar tal facultad básica a la lectura de los textos antiguos de la Biblia.

Por fortuna, dichos textos están cada vez más disponibles para los interesados. Incluso en páginas públicas en Internet; por ejemplo: http://www.earlychristianwritings.com