Saturday, September 20, 2014

¿Para qué la ecdótica?

Una buena parte de la mentalidad propia está formada de ideas provenientes, en última instancia, de algún libro. Las tradiciones orales para difundir cultura, por supuesto, aún están presentes pero su alcance y efecto no son equiparables con lo proporcionado por las tradiciones textuales. Al analizar algún contenido del modo de pensar propio sería posible, en alguna medida, seguirle el rastro hasta su fuente primigenia: un conglomerado de expresiones difundidas por medio de libros y que, cual semilla cultural, habilitó el historial hermenéutico o interpretativo de ese contenido hasta el día de hoy. Esto es un poco más cierto en ese campo ya hegemónico llamado ‘cultura occidental’ que en otros campos culturales donde el concepto de ‘libro’ no cuenta con predominio.

El libro es un artefacto de técnica cultural; es decir, el libro es una herramienta de cultivo en la granja humana y como tal —como tecnología— no pertenece al ámbito del bien o del mal, ni al ámbito de lo cierto o falso, ni siquiera al ámbito de lo bello y de lo sublime, sino que pertenece a la aplicación o la práctica en esos ámbitos; es decir, no por estar escrito en un libro quiere decir que a fortiori sea algo bueno, cierto o bello.

Esto se hace relevante pues mucho de una ideología proviene de lo textual contenido en libros. A manera de ejemplo y de desarrollo de esto mismo, Olivier Reboul, en su texto Lenguaje e ideología, propone que una ideología aspira a imponerse sobre otras e inicia por el dominio del lenguaje, al confiscar y monopolizar las palabras:

«Por el lenguaje la ideología le ahorra al poder el recurso a la violencia, suspende el empleo de ésta, o la reduce al estado de amenaza, de implícita ultima ratio. Por el lenguaje, en fin, la ideología legitima la violencia cuando el poder tiene que recurrir a ella, haciéndola aparecer como derecho, como necesidad, como razón de Estado, en suma, disimulando su carácter de violencia.»

Así, en la debida proporción, la palabra ‘cristiano’ llega a tomarse como sinónimo de ‘bueno’ o de ‘amor’, o la palabra ‘escuela’ llega a tomarse como ‘educación’, mientras que hacerlo tan sólo es un efecto de la confiscación del lenguaje para propósitos ideológicos de algún poder que busca la hegemonía. Roberto Zavala Ruiz ofrece ejemplos históricos en su obra El libro y sus orillas:

«No otra cosa practicaron los frailes desde su llegada a las anchurosas y pródigas tierras de América. Si en el siglo XIV había sido la lengua de los mexicas la que se impuso con rapidez de imperio sobre las demás lenguas mesoamericanas, en el siglo XVI sería desplazada por el idioma de Castilla, por el habla de los dominadores peninsulares. El español había de ser el vehículo idóneo para difundir la religión y la cultura, aunque para cumplir este objetivo los religiosos tuvieran que aprender primero las lenguas de los naturales.»

Si lo textual en los libros se interpreta con descuido entonces uno queda expuesto a sólo entender lo que uno quisiera que el libro dijera, pero que quizá el autor nunca intentó decir. De ahí que la ecdótica o crítica textual o crítica menor, como disciplina filológica, sea un prerrequisito para una lectura crítica de libros; es decir, es necesario primero indagar cuáles palabras fueron realmente escritas para entonces intentar hacer una interpretación de esas palabras. Para una interpretación de mayor calado, además, se hace necesaria la crítica mayor o crítica histórica, la cual ayuda a formar una perspectiva histórica amplia del proceso literario y del contexto sociocultural alrededor del origen de un texto.

Por ejemplo, para mejorar las interpretaciones del Nuevo Testamento los especialistas, por hace ya siglos, han estado aplicando tanto la ecdótica como el método histórico-crítico a los textos neotestamentarios, y una amplia y diversa gama de proyectos hermenéuticos han ocurrido desde entonces hasta nuestros días. Cada proyecto ha buscado esclarecer algún aspecto particular de los textos y no tan sólo repetir lo ya antes dicho por otros; es decir, son proyectos de investigación rigurosa, requieren aportar algo de relevancia y de una manera que nunca haya sido aportada anteriormente; tanto es así que hoy los especialistas enfrentan una difícil tarea para encontrar un tema de estudio adecuado para un proyecto de investigación neotestamentaria, pues el Nuevo Testamento es el conjunto de libros más ampliamente investigado en la historia de la civilización occidental. Por lo cual, el interesado en entender el Nuevo Testamento de manera más amplia y provechosa, y no sólo bajo alguna perspectiva ideológica particular, debe saber que no puede ignorar las aportaciones hermenéuticas de muchos especialistas en el tema.

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