Sunday, January 25, 2015

Una actitud equivocada

En esta nota intentaré aclarar por qué en varias notas anteriores he hecho énfasis en el perfil profesional y en el papel de los especialistas en ecdótica. Además, comentaré acerca de cuál es una actitud equivocada de parte de nosotros, los no-especialistas, hacia esos textos antiguos, ya sean estos filosóficos o ya sean religiosos como el Nuevo Testamento cristiano.

Por ejemplo, una persona con un interés más allá de lo superficial o lo devocional en el Nuevo Testamento, y con preguntas acerca de cómo entender mejor lo escrito de origen, necesita enfrentar el hecho histórico de que estos textos iniciaron como escritos a mano (manuscritos) sobre papiros, pergaminos o códices, y redactados en lenguas antiguas que ya nadie habla en el presente. Si el interés de esa persona está en indagar y enfrentar la realidad histórica de estos textos, cualquiera que ésta pueda ser, entonces no debe limitarse tan sólo a lo encontrado en una Biblia redactada de manera muy nítida y conveniente en un idioma contemporáneo, sino que debe saber del esfuerzo de los especialistas en ecdótica y entender cabalmente por qué sus hallazgos con relevantes para hacerse de una perspectiva más amplia de ese conjunto remoto y diverso de textos antiguos llamado Nuevo Testamento, y de su impacto histórico en el grupo de culturas occidentalizadas.

Los hallazgos en ecdótica —por muchas razones que conviene también ponderar— no cuentan con la divulgación necesaria entre el público en general, y suelen no ser tratados con seriedad por quienes tienen acceso a los micrófonos ante las audiencias populares que dicen estar interesadas en el Nuevo Testamento o en textos filosóficos antiguos. Por lo cual, una persona interesada debe reconocer que su interés no podría ser desarrollado por un clérigo —ya sea académico o regular— o un ministro de culto religioso popular que sabe muy poco de los hallazgos relevantes en ecdótica o que pretende afirmar que esos hallazgos no importan. Si tal clérigo o ministro de culto se comporta como un esbirro cuyo propósito es el dominio ideológico sobre el mayor número posible de personas, y en lugar de evaluar sus opiniones tan sólo se dedica a defenderlas, entonces sus hechos demuestran que es parte de un sectarismo ideológico cerrado que pretende tener todas las respuestas, sin desarrollar nunca las preguntas; además de pretender poseer el monopolio de algo como el Nuevo Testamento. Por fortuna, el Nuevo Testamento no tiene dueño sino que es algo del dominio público; es decir, cualquiera pueda emprender investigaciones serias sobre su historia y su relevancia para entender la cultura occidentalizada a nuestro alrededor.

Por fortuna, una persona con el nivel de interés adecuado tiene alternativas; por ejemplo, indagar acerca del esfuerzo de investigación filológica tanto de universidades seculares o de instituciones con estudios en religión comparada con departamentos de investigación, e indagar acerca de sus publicaciones. Los especialistas en ecdótica tienen acceso directo, de primera mano, a manuscritos antiguos, y pueden intentar entender la redacción en lenguas antiguas como latín, copto, griego koiné, armenio, siriaco, etc., lenguas encontradas en las copias en existencia tanto del Nuevo Testamento como de otros textos filosóficos antiguos. Si la manutención de estos especialistas está en función de la seriedad de sus publicaciones, entonces hay no pocas razones por las que deberán esforzarse en no publicar patrañas infundadas sino argumentaciones debidamente justificadas. Ser competente en ese campo —como en muchos otros donde se ejerza un mínimo nivel de profesionalismo— implica divulgar con la mayor claridad posible los hallazgos, los hechos, las teorías y las aproximaciones a la realidad histórico-literaria de algo como el Nuevo Testamento y otros textos antiguos de importancia sociocultural.

Ahora, la mayoría de nosotros, que no somos especialistas y no tenemos manera de entender una composición literaria en, por ejemplo, griego o latín antiguos, debemos tener presente que los especialistas eligen entre varias una versión del texto encontrado en manuscritos antiguos y esa versión es la que se traduce a una lengua contemporánea, se publica y llega a nuestros ojos. Sin embargo, cometemos un muy grave error si aceptamos la creencia de que la versión del texto elegida por los especialistas para ser traducida es una versión indiscutible y que toda variante puede con seguridad ser ignorada; de hecho, los especialistas suelen acompañar la versión del texto elegido con un cuerpo de anotaciones llamado «aparato crítico», en donde acotan lo más claramente posible los alcances y las problemáticas de su elección. Por lo que para evitar el error es necesario tener plena conciencia del contenido de ese aparato crítico, y no limitarse a sólo la conveniente publicación en una lengua del presente.

Otra equivocación especialmente perjudicial para un entendimiento cabal de la ecdótica es una falsa creencia acerca del propósito de esta disciplina. El error está en creer que el propósito de la ecdótica es recuperar el texto original de un manuscrito antiguo. El propósito de la ecdótica es indicar las diferentes formas del texto a lo largo de su proceso histórico y las razones detrás de esas formas. En muchos casos no es posible ni siquiera hablar de “un original” pues varias formas distintas del mismo texto pueden contar como “original”. En próximas notas mencionaré ejemplos de esto.

Los errores hasta ahora mencionados engendran una actitud muy equivocada hacia los textos antiguos que consideramos importantes, ya sean textos filosóficos o algo como el Nuevo Testamento cristiano.

Saturday, January 24, 2015

Más lectura crítica

Al final de la nota ¿Eso no importa?, decía que hoy se realizan esfuerzos considerables por indagar más sobre cada vez más aspectos de la realidad de textos antiguos, por ejemplo del Nuevo Testamento como conjunto de textos fundacionales de las culturas occidentalizadas. Si bien ya es muy interesante observar que ese tipo de investigación textual empezó a ocurrir en instituciones académicas seculares desde hace aproximadamente dos siglos y medio, más relevante es indagar qué es este tipo de investigación histórico-literaria y cómo se pueden entender sus resultados.

La «crítica textual» es una disciplina dentro de la filología. La 22ª edición del diccionario de la Real Academia Española dice de la filología: 1. Ciencia que estudia una cultura tal como se manifiesta en su lengua y en su literatura, principalmente a través de los textos escritos. 2. Técnica que se aplica a los textos para reconstruirlos, fijarlos e interpretarlos. 3. lingüística. Y de la crítica textual: Ecdótica. Estudio de las técnicas conducentes a la reconstrucción de un original perdido.

Con más detalle, ¿a qué refiere la palabra «crítica» en el nombre de una disciplina filológica como la crítica textual? Refiere –al menos en esta serie de reflexiones– a un conjunto de maneras de pensar usualmente aludido bajo la noción general de «pensamiento crítico». En sí mismo el pensamiento crítico es un tema muy amplio y de muchísima importancia para el desarrollo de la adultez humana, y resulta forzoso primero entender qué es pensar de manera crítica para luego entender cómo aplicar esa manera de pensar en el estudio de lo textual.

Aquí, de manera somera, mencionaré que hay momentos para pensar rápido, donde lo relevante es lograr una conclusión basada tan sólo en la información disponible de manera inmediata. Por otro lado, hay momentos para pensar lento, donde lo principal es hilar cada pensamiento de manera muy fina y muy cuidadosa, donde el tiempo no es relevante sino la claridad y la validez de las conclusiones intermedias que sirven como premisas para otras conclusiones provisionales. Un rasgo del pensamiento crítico es la capacidad de distinguir qué, cómo, cuándo, cuánto, dónde, quién, por qué y para qué pensar rápido y qué, cómo, cuándo, cuánto, dónde, quién, por qué y para qué pensar lento. En otras palabras, pensar de manera crítica es, en parte, evaluar la pertinencia de lo pensado.

Si se tiene interés profundo en la cultura textual y en las implicaciones de los procesos históricos de civilización a nuestro alrededor, entonces también contamos con los resultados de los proyectos en ecdótica; proyectos para investigar sobre la realidad de algún aspecto textual de manuscritos antiguos o textos contemporáneos. Los investigadores están obligados a pensar de manera crítica para desarrollar tales proyectos. Lo cual implica ser parte de una comunidad de indagación en la cual cada individuo debe buscar la crítica hacia sus propios resultados y no debe tomar ninguna crítica de manera personal pues reconoce que su persona no es sus opiniones y tales opiniones no tienen dignidad ni necesitan respeto, sino evaluación y examen crítico.

Por lo tanto, aun si uno es lego en crítica textual, se requiere el ejercicio individual del pensamiento crítico para analizar con rigor las publicaciones de los especialistas.

¿Eso no importa?

Papelito habla” es un dicho usado, por ejemplo, para indicar la importancia de contar con la prueba textual de lo dicho o lo pactado, y para referencia de quien necesite, en todo tiempo, hacer constar o verificar aquello dicho o pactado. Lo textual importa, y mucho. Por ejemplo, llegado el momento de hacer valer la voluntad de un recién fallecido y registrar el nuevo titular de cada posesión legada, aún se requiere contar con el texto testamentario donde dicha voluntad haya sido claramente expresada y avalada ante un funcionario público o notario oficial. Reitero, lo textual importa, y mucho; aun si el medio no fuese papel y tinta sino audio y video digital.

Además, la interpretación de lo que el texto “habla” es de similar importancia pues requiere de no pocas consideraciones, como comenté en ¿Textos que hablan? Un mínimo de destreza interpretativa y profesional es requerida aun si se cuenta con una sola versión del texto a interpretar, cuánta más destreza resulta necesaria si, por el contrario, se cuenta con múltiples versiones del texto, todas con diferencias entre sí; más aún si esas diversas versiones datan de hace quince o veinte siglos y cuya redacción ocurrió en las condiciones culturales de ese pasado distante. Eso precisamente es el caso de todo texto antiguo que sobrevive a la fecha; por ejemplo, el grupo de textos remotos conocido como Nuevo Testamento.

Lo que un texto antiguo podría “hablar” ante nosotros en el presente no está por completo claro y preciso como para hacer afirmaciones incuestionables de lo que los autores querían comunicarle a su remota audiencia, mucho menos como para hacer esas afirmaciones sobre si esos mismos autores intentaban comunicar algo a la gente del presente. Aun así, por ejemplo, algunos fanáticos del Nuevo Testamento insisten en la poca relevancia de las condiciones históricas en las que llegan esos textos al presente. Una sorprendente conclusión de ese fanatismo ante las dificultades textuales de los pasajes sobre los que pretenden basar sus creencias y opiniones es: “eso no importa.

¿Eso no importa? Si eso no importara entonces no habría necesidad de facultades universitarias donde se estudia religión comparada y donde año con año se investigan textos antiguos, donde disertaciones doctorales son elaboradas y debatidas acaloradamente, y donde lo relevante no es la simple creencia o la convicción sino el constante esfuerzo para descartar lo falso o para buscar lo real del pasado distante.

Friday, January 16, 2015

Descartar lo falso

¿Por qué todo este asunto de la práctica ecdótica, y de sus especialistas, sería relevante? ¿Para qué sirve? ¿Cómo podría afectar alguna opinión ya establecida acerca de textos antiguos, por ejemplo del Nuevo Testamento cristiano? ¿Podría, incluso, ser de algún uso para la lectura de textos contemporáneos? Por ejemplo, ¿podría aportar al esclarecimiento de la relación entre las ideas ontológicas de Martin Heidegger y el nazismo, y por analogía, la relación entre el pensamiento metafísico y los fanatismos absolutistas? O, por otro lado, ¿cómo ayudaría hoy a un ingeniero para distinguir la publicidad exagerada en las ideas de moda en oposición con los sólidos conceptos del conocimiento confiable, científico? ¿Podrían la Crítica Menor y la Crítica Mayor ayudar, como se alude en ¿Para qué la ecdótica?, a un autocultivo que permita dejar atrás los supuestos conflictos irreconciliables entre ideologías económicas como las derivadas del pensamiento de Adam Smith y Karl Marx?

Dadas las condiciones hoy para el acceso a datos e información, no es el problema que no sepamos mucho, sino que la mayoría de eso podría estar incompleto, incorrecto o de plano resultar falso. Más datos e información no implica más entendimiento, sino la necesidad de una mayor habilidad para hacer distinciones pertinentes entre toda esa información. Por lo tanto, sería obvio, el lector individual, con el nivel de interés adecuado, es el único que puede aproximarse a responder las preguntas del párrafo anterior.

Por ejemplo, un lector interesado en mejorar su entendimiento del Nuevo Testamento cristiano podría elegir alguna creencia propia sobre el asunto, de preferencia alguna creencia relevante de manera personal; digamos, una idea sobre algún personaje central como Jesucristo o su madre María. Enseguida, en el ánimo sugerido en Lo escrito de origen, ese lector analizaría preguntas que pongan en entredicho la creencia elegida; dada la evidencia textual, ¿cuándo empezó a circular la idea de la divinidad de Jesucristo?, ¿cuánto difieren las perspectivas sobre la virginidad de María entre los diferentes evangelios canónicos?, etc.

En general, los hábitos básicos de la indagación, como el auto-examen, en un tema de interés personal son la base para mejorar nuestro entendimiento de aquello que consideremos relevante. La idea de universalidad —que supuestamente cultivan quienes cursan la universidad de manera escolar— conlleva una inagotable preparación y un estudio profundo en los temas de prerrogativa personal no para saber más y más sino para descartar lo que resulte falso.

Sunday, January 11, 2015

Textos abiertos

La vez anterior, en La práctica ecdótica, decía que en ocasiones los especialistas en crítica textual logran consensos sobre la forma más probable del texto original. Un ejemplo en el caso del Nuevo Testamento es el pasaje o perícopa en Juan 8 que habla sobre una mujer adúltera. La mayoría de especialistas pueden presentar una serie de argumentos, con su debida evidencia, por los cuales afirman que ese pasaje no era parte del texto original sino que fue agregado por un copista en una época histórica posterior. La evidencia que suelen presentar, entre otras, son las copias manuscritas más antiguas aún en existencia. Estas copias son parte de los mejores y más completos manuscritos antiguos de los que se tiene registro. En tales copias puede leerse en griego koiné lo que corresponde al verso 52 del capítulo 7 de Juan y el verso inmediato siguiente corresponde al verso 12 del capítulo 8.

No hay que olvidar que la división bíblica en capítulos y versículos fue realizada a partir del siglo XIII de nuestra era, y para conveniencia de los eruditos de la Baja Edad Media; es decir, las copias antiguas no estaban organizadas por esas divisiones.

En el ejemplo, una forma plausible del posible texto original de Juan carece del pasaje de la mujer adúltera, y eso es un consenso entre los especialistas. Por supuesto, al no contar con las palabras escritas por la mano del autor del texto no es posible cotejar ninguna de las copias para determinar de manera indiscutible la forma exacta del texto original. Tan sólo se puede intentar hacer una reconstrucción crítica aproximada por parte de los especialistas con el conocimiento de lenguas antiguas y el acceso directo a las copias existentes. Los conocimientos de los especialistas al momento de realizar una aproximación y las copias que han logrado tener a su alcance han variado con el tiempo; por ejemplo, una aproximación realizada durante el siglo XVIII no llega a las mismas conclusiones que otra aproximación realizada dos siglos más tarde, el conocimiento ha variado y nuevos hallazgos textuales han ocurrido durante ese tiempo. Así, se puede ver a las claras por qué toda reconstrucción crítica es discutible en alguno de sus aspectos.

Parte del público en general suele asumir que las palabras que escucha o lee en su Nuevo Testamento son palabras pronunciadas de viva voz en una escena en vivo, y que en esa escena estaba presente un escriba que tomaba nota fiel de los diálogos que pronunciaban los presentes. Sin embargo, por las dificultades ya mencionadas, no hay manera de tener acceso literal a lo hablado por personas que vivieron en la antigüedad distante. De hecho, no es posible saber cuáles palabras fueron habladas por nadie en la antigüedad, ya sean personajes religiosos o seculares. Tan sólo contamos con copias antiguas de textos cuyos originales han desaparecido por el transcurrir de los siglos. Muchas de esas copias tan sólo son fragmentos, contienen entre sí muchas diferencias de diversos tipos y están en lenguas antiguas que sólo los especialistas pueden intentar entender.

El público en general suele desconocer el nivel de debate y controversia que hoy en día ocurre entre los eruditos en crítica textual. Muchos asumen que los textos de donde provienen sus creencias contienen palabras indiscutibles, palabras en su propio idioma actual y con significados fijos, cerrados, inalterables, incorregibles e inmutables. Pero la realidad es diferente entre las comunidades de especialistas que no están sometidas bajo el dogmatismo de instituciones ultraconservadoras, para ellos los textos están abiertos.

Hay mucho más por considerar de la práctica ecdótica; por ejemplo, el análisis de las razones por las cuales los copistas habrían modificado el texto que copiaban. Tales alteraciones son de muchos tipos y hay un abundante número de ellas. También hay mucho por reflexionar sobre el esfuerzo de otro tipo de especialistas, quienes toman el resultado de una reconstrucción textual crítica e intentan lograr una exégesis o interpretación del significado de dicho texto. Para tal propósito se cuenta con muchos sistemas de interpretación por considerar y muchas corrientes de pensamiento que esos otros especialistas han desarrollado a lo largo de la historia de la crítica textual y de los métodos histórico-críticos, métodos teológico-filosóficos, métodos fenomenológicos, etc.

Saturday, January 10, 2015

La práctica ecdótica

Muchos textos antiguos, sean seculares o religiosos, llegan a nuestros días en condiciones históricas similares: lo más común es que los manuscritos originales se hayan perdido en las arenas del tiempo. Lo más cercano al manuscrito original son copias hechas a mano y escritas en una lengua antigua como copto, siriaco, griego, armenio, latín, hebreo, etc. La mayoría de nosotros jamás hemos visto una sola palabra escrita en esas lenguas; no podríamos distinguir ni siquiera una letra, mucho menos una palabra —ya ni mencionar la posibilidad de entender la idea de un párrafo completo, un capítulo, un libro o una colección entera de libros; además, conceptos como «párrafo» o «capítulo» no eran conceptos usuales en la época histórica de dichas copias.

Entonces, para llegar a entender hoy lo que se quería comunicar de origen en un texto antiguo, como lo escrito por Lucrecio o los textos que forman lo que ahora se conoce como Nuevo Testamento, dependemos de una serie de especialistas. Una compleja cadena de transmisión histórica, transcripciones y traducciones, hasta la publicación contemporánea de un libro que podamos tener en nuestras manos y ante nuestros ojos.

En primera instancia, dependemos del trabajo de especialistas en ecdótica para saber cuáles podrían haber sido las palabras escritas por la mano del autor original. Estos especialistas pueden reconocer mucho más de lenguas antiguas que la mayoría de nosotros jamás podremos y, además, tienen acceso directo a esos textos antiguos. No sólo pueden hojear los textos sino que pueden examinarlos detalladamente de muchas maneras; por ejemplo, para estimar la antigüedad del material físico en el cual está impregnada la tinta, para estimar la antigüedad del tipo de tinta, para examinar la diferencia de antigüedad de las posibles diferentes capas de textos sobrepuestos en el mismo soporte físico, etc.

La práctica ecdótica incluye distinguir dos hechos: la composición del texto original y la transcripción del texto copiado, para luego estimar las posibles diferencias en antigüedad de esos dos hechos por separado. En ocasiones esos hechos están separados por siglos enteros; tal es el caso de la mayoría de las copias de los textos del Nuevo Testamento. Asimismo, un análisis similar se hace para estimar la diferencia en antigüedad entre las diferentes copias existentes.

El trabajo del especialista en ecdótica se torna especialmente complejo al enfrentarse con múltiples copias discrepantes del mismo texto; es decir, copias con multitud de diferencias entre sí. La complejidad aumenta entre más copias existan pues un mayor número de copias significa un mayor número de diferencias. Hay muchos tipos de diferencias que deben considerarse al hacer un intento por reconstruir lo que podría haber sido el texto original. Los especialistas suelen debatir para intentar lograr algún acuerdo, pero con igual frecuencia tan sólo se logran acuerdos parciales y a veces irreconciliables desacuerdos.

En la siguiente ocasión comentaré más acerca de las implicaciones de dichos acuerdos parciales y controversias. Además, hay otros tipos de especialistas por mencionar en la cadena de transmisión histórica.