En esta nota intentaré aclarar por qué en varias notas anteriores he hecho énfasis en el perfil profesional y en el papel de los especialistas en ecdótica. Además, comentaré acerca de cuál es una actitud equivocada de parte de nosotros, los no-especialistas, hacia esos textos antiguos, ya sean estos filosóficos o ya sean religiosos como el Nuevo Testamento cristiano.
Por ejemplo, una persona con un interés más allá de lo superficial o lo devocional en el Nuevo Testamento, y con preguntas acerca de cómo entender mejor lo escrito de origen, necesita enfrentar el hecho histórico de que estos textos iniciaron como escritos a mano (manuscritos) sobre papiros, pergaminos o códices, y redactados en lenguas antiguas que ya nadie habla en el presente. Si el interés de esa persona está en indagar y enfrentar la realidad histórica de estos textos, cualquiera que ésta pueda ser, entonces no debe limitarse tan sólo a lo encontrado en una Biblia redactada de manera muy nítida y conveniente en un idioma contemporáneo, sino que debe saber del esfuerzo de los especialistas en ecdótica y entender cabalmente por qué sus hallazgos con relevantes para hacerse de una perspectiva más amplia de ese conjunto remoto y diverso de textos antiguos llamado Nuevo Testamento, y de su impacto histórico en el grupo de culturas occidentalizadas.
Los hallazgos en ecdótica —por muchas razones que conviene también ponderar— no cuentan con la divulgación necesaria entre el público en general, y suelen no ser tratados con seriedad por quienes tienen acceso a los micrófonos ante las audiencias populares que dicen estar interesadas en el Nuevo Testamento o en textos filosóficos antiguos. Por lo cual, una persona interesada debe reconocer que su interés no podría ser desarrollado por un clérigo —ya sea académico o regular— o un ministro de culto religioso popular que sabe muy poco de los hallazgos relevantes en ecdótica o que pretende afirmar que esos hallazgos no importan. Si tal clérigo o ministro de culto se comporta como un esbirro cuyo propósito es el dominio ideológico sobre el mayor número posible de personas, y en lugar de evaluar sus opiniones tan sólo se dedica a defenderlas, entonces sus hechos demuestran que es parte de un sectarismo ideológico cerrado que pretende tener todas las respuestas, sin desarrollar nunca las preguntas; además de pretender poseer el monopolio de algo como el Nuevo Testamento. Por fortuna, el Nuevo Testamento no tiene dueño sino que es algo del dominio público; es decir, cualquiera pueda emprender investigaciones serias sobre su historia y su relevancia para entender la cultura occidentalizada a nuestro alrededor.
Por fortuna, una persona con el nivel de interés adecuado tiene alternativas; por ejemplo, indagar acerca del esfuerzo de investigación filológica tanto de universidades seculares o de instituciones con estudios en religión comparada con departamentos de investigación, e indagar acerca de sus publicaciones. Los especialistas en ecdótica tienen acceso directo, de primera mano, a manuscritos antiguos, y pueden intentar entender la redacción en lenguas antiguas como latín, copto, griego koiné, armenio, siriaco, etc., lenguas encontradas en las copias en existencia tanto del Nuevo Testamento como de otros textos filosóficos antiguos. Si la manutención de estos especialistas está en función de la seriedad de sus publicaciones, entonces hay no pocas razones por las que deberán esforzarse en no publicar patrañas infundadas sino argumentaciones debidamente justificadas. Ser competente en ese campo —como en muchos otros donde se ejerza un mínimo nivel de profesionalismo— implica divulgar con la mayor claridad posible los hallazgos, los hechos, las teorías y las aproximaciones a la realidad histórico-literaria de algo como el Nuevo Testamento y otros textos antiguos de importancia sociocultural.
Ahora, la mayoría de nosotros, que no somos especialistas y no tenemos manera de entender una composición literaria en, por ejemplo, griego o latín antiguos, debemos tener presente que los especialistas eligen entre varias una versión del texto encontrado en manuscritos antiguos y esa versión es la que se traduce a una lengua contemporánea, se publica y llega a nuestros ojos. Sin embargo, cometemos un muy grave error si aceptamos la creencia de que la versión del texto elegida por los especialistas para ser traducida es una versión indiscutible y que toda variante puede con seguridad ser ignorada; de hecho, los especialistas suelen acompañar la versión del texto elegido con un cuerpo de anotaciones llamado «aparato crítico», en donde acotan lo más claramente posible los alcances y las problemáticas de su elección. Por lo que para evitar el error es necesario tener plena conciencia del contenido de ese aparato crítico, y no limitarse a sólo la conveniente publicación en una lengua del presente.
Otra equivocación especialmente perjudicial para un entendimiento cabal de la ecdótica es una falsa creencia acerca del propósito de esta disciplina. El error está en creer que el propósito de la ecdótica es recuperar el texto original de un manuscrito antiguo. El propósito de la ecdótica es indicar las diferentes formas del texto a lo largo de su proceso histórico y las razones detrás de esas formas. En muchos casos no es posible ni siquiera hablar de “un original” pues varias formas distintas del mismo texto pueden contar como “original”. En próximas notas mencionaré ejemplos de esto.
Los errores hasta ahora mencionados engendran una actitud muy equivocada hacia los textos antiguos que consideramos importantes, ya sean textos filosóficos o algo como el Nuevo Testamento cristiano.