Monday, November 3, 2014

La lectura crítica

Si uno está interesado en conocer el mensaje que un autor ha escrito en un texto, y no sólo el mensaje que uno, como lector, quisiera encontrar en ese mismo texto, entonces, como mínimo, uno no debe iniciar la lectura con el supuesto de que ya se conoce el mensaje escrito en tal texto. Es decir, una lectura que busca el mensaje original del autor debe tomar consideraciones especiales para distinguir, por un lado, lo escrito por el autor y, por otro lado, los supuestos propios del contexto cultural de uno mismo como lector. Esto ya es importante en la lectura de textos contemporáneos, cuánto más relevante es en la lectura de textos antiguos, como los textos de Eurípides o los textos del Nuevo Testamento cristiano. Por ejemplo, una de esas consideraciones especiales es identificar con claridad, de manera explícita, esos supuestos con los que uno inicia la lectura. De esa manera se podría mantener por separado lo que suponemos que dice el texto de lo que realmente está presente en el texto mismo. Dicha separación sirve, entre otras cosas, para formular cuestionamientos atinados y pertinentes sobre tales supuestos. Los cuestionamientos ayudarían a esclarecer cuál es la posible justificación de esos supuestos y así poder filtrar los supuestos infundados de los supuestos plausibles.

Por ejemplo, en la lectura de los evangelios del Nuevo Testamento, un lector reflexivo puede preguntar hasta qué punto es adecuado leer, digamos, Mateo, con los mismos supuestos que una lectura de Juan o de Marcos; por ejemplo, ese lector reflexivo puede desarrollar la pregunta sobre si el supuesto de la divinidad de Jesucristo en Juan es un supuesto válido para la lectura de Lucas; en otras palabras, hasta qué punto el autor de Lucas asume que sus lectores tienen ese supuesto.

Una lectura crítica incluye hacer distinciones pertinentes para analizar lo que ocurre en la interpretación de un texto, para identificar lo que está en el texto y lo que está sólo en el lector. El ejercicio literario puede servir para conocerse a uno mismo, para leerse a uno mismo, al reflexionar sobre las interpretaciones inmediatas propias ante una obra literaria, pues las interpretaciones inmediatas suelen decir más de quien interpreta que de lo interpretado. Sin embargo, si la lectura tiene la intención de no sólo conocerse a uno mismo sino, además, conocer lo escrito por el autor, entonces hace falta analizar más que la interpretación inmediata del texto. Las habilidades superiores de lectura juegan aquí un papel muy importante (ver Lectura para información y lectura para entendimiento). Leer sin práctica y sin destreza en esas habilidades puede derivar en una especie de autoengaño al asumir que se tiene acceso directo a lo escrito por el autor mientras que tan sólo hemos repetido lo que ya estaba en nosotros mismos antes de iniciar la lectura.

En suma, conviene a un lector reflexivo no asumir al inicio de una lectura que el mensaje del texto está claro y que posee de antemano el significado prístino de dicho texto. Justo lo contrario, conviene asumir que el mensaje del texto no está claro, y por eso se requiere iniciar una lectura crítica del mismo, cuantas veces sea necesario iniciar y reiniciar dicha lectura si lo buscado es lo escrito por el autor y no sólo la lectura de uno mismo. La lectura crítica es, principalmente, crítica de uno mismo.

O como dice Donaldo P. Macedo en el prefacio de La naturaleza política de la educación – Cultura, poder y liberación de Paulo Freire:

Uno de los temas centrales del trabajo de Paulo Freire es su insistencia en la necesidad de que los lectores asuman una actitud crítica al abordar un texto. Es decir, los lectores no deben simplemente aceptar lo que se dice de modo pasivo, sólo porque lo haya dicho el autor, sino que deben evaluar críticamente el texto. Los lectores deberían estar dispuestos a cuestionar y poner en duda lo que han leído.

Wednesday, October 8, 2014

Audiencia y evaluación teórica

Las contribuciones de los especialistas en ecdótica y en crítica histórica, decía, son variadas y en ocasiones no concluyen lo mismo para un mismo problema de investigación. Por ejemplo, ante la pregunta de cuál es el orden cronológico en el que fueron redactados los diálogos de Aristocles (Platón) o los libros del Nuevo Testamento o los textos de la Poética de Aristóteles, hay varias propuestas que han resultado de proyectos de indagación independientes entre sí o de proyectos interrelacionados. Las propuestas suelen agruparse por varios criterios según el método crítico utilizado, las presuposiciones iniciales, la tradición histórica de indagación, la gnoseología o teoría del conocimiento en particular que enmarca el proyecto, etc. La relevancia de estas aportaciones no puede ser juzgada sólo por la forma que tenga su conclusión particular sino por otros muchos factores que, en suma, representan un sistema de justificación para lo dicho en la conclusión.

En otras palabras, al decir algo sobre el pasado distante, inaccesible de manera directa, lo importante no es decirlo, pues cualquiera lo hace, sino demostrarlo.

La variedad de respuestas a preguntas del pasado, cada una con su propio sistema de justificación, es un indicio de lo difícil de la tarea. Simplemente no hay manera de saber nada del pasado distante con absoluta certeza pues ese pasado, como objeto de investigación histórica, sólo puede ser interpretado con los ojos del presente, por supuesto.

Asimismo, las aportaciones de los especialistas logran diferentes niveles de certeza o de confianza en sus conclusiones. Ninguno logra certeza absoluta, tan sólo aproximaciones. Una audiencia interesada suele tener una preparación científico-filosófica básica para entonces evaluar las diversas aproximaciones a un tema dado, y así evitar graves tropiezos de perversión interpretativa. De otro modo, sin esa preparación básica, aumenta el riesgo para un lector descuidado de sólo entender lo que sus supuestos ya le decían con anterioridad. Por ejemplo, la cuestión de la resurrección de Jesucristo ha sido investigada desde muchas perspectivas, y lo que pueda concluir una investigación histórico-crítica puede ser muy distinto de lo propuesto por una indagación teológica. Una audiencia informada sabría evaluar cada aportación por lo que es, sin pretender erróneamente que ambos esfuerzos investigan lo mismo.

Así que, si bien los especialistas hacen su trabajo de aproximarse a la verdad de una cuestión, otro trabajo no menos importante es aquel hecho por una audiencia, interesada en la realidad del asunto, para auto-cultivarse y así estar preparada para evaluar el trabajo de aquellos especialistas; pero evaluarlo por lo que es, y no por lo que no es dicho trabajo. Es decir, por ejemplo, una teoría teológica islámica sobre la resurrección de Jesucristo por supuesto que no sería lo mismo que una teoría teológica judía sobre la misma cuestión; así como una teoría histórico-crítica sería una aportación por completo distinta a una teoría católica neotomista, o a una teoría cristiana marcionista, o a una teoría protestante calvinista, o a una teoría cristiana ortodoxa, etc. Lo relevante es saber distinguir entre las formas de una teoría histórico-crítica y las formas de una teoría teológica, pues no son equivalentes ya que no intentan el mismo tipo de aproximación a la verdad de una cuestión.

Sunday, October 5, 2014

¿Qué aportan los especialistas?

En la ocasión anterior aludí a especialistas de la ecdótica o crítica textual o crítica menor, así como de la crítica mayor o crítica histórica, en relación a la lectura de textos, con especial relevancia en la lectura de textos antiguos, como el Nuevo Testamento cristiano. En esta ocasión me pregunto sobre este caso: ¿cuáles son las aportaciones de esos aludidos especialistas en relación al Nuevo Testamento?

¿Por qué el Nuevo Testamento en particular? Porque es un texto muy citado en soporte de todo tipo de opiniones, pero que con frecuencia la cita parece torcerle el brazo al texto para hacerle decir algo que no está ahí. Es decir, el Nuevo Testamento es un texto que suele quedar secuestrado por ideologías fanáticas de unos cuantos en detrimento de la libertad de conciencia de muchos. Intentar apropiarse de un texto antiguo para el uso exclusivo de una sola ideología del presente es deshonrar al texto mismo. Por mucho que les pese a no pocas instituciones religiosas, el Nuevo Testamento no le pertenece sólo al cristianismo, ni siquiera le pertenece sólo a la religión institucionalizada en general, sino a la cultura humana en su conjunto —aunque lo mismo se puede decir de otros textos igualmente secuestrados, como «El Capital» de Karl Marx o «La riqueza de las naciones», de Adam Smith.

Las aportaciones de los especialistas le importarán a quien tenga interés en el Nuevo Testamento por lo que es: un texto antiguo. De hecho, el Nuevo Testamento no es un solo texto, sino muchos textos escritos por autores diversos, en siglos diferentes y con mensajes discrepantes en no pocos casos. De especial importancia para el interesado será indagar sobre los procesos históricos en punga que llevaron a la confluencia del conjunto de textos antiguos que ahora conocemos como Nuevo Testamento.

Las aportaciones de los especialistas en ecdótica y en crítica histórica son sólo puntos de referencia hacia otro aspecto que resulta más pertinente para un individuo hoy ante el Nuevo Testamento: aprender a leer textos antiguos. La lectoescritura implica muchos tipos, grados y niveles de destreza: desde la más básica decodificación de los signos de la lengua nativa, pasando por la lectura de comprensión, la lectura crítica, hasta la lectura e interpretación sintópica de papiros o pergaminos en griego koiné, latín clásico, o alguna otra lengua del pasado distante. Han transcurrido más de 30 siglos de cultura textual articulada y hoy hay más medios que nunca para mejorar nuestra destreza lectoescritora, por lo cual un humano adulto hoy no debe tropezar pensando que un conjunto de manuscritos de entre 15 y 20 siglos de antigüedad y compuestos en griego koiné, como lo son el conjunto llamado Nuevo Testamento, representen un mensaje personal dirigido al individuo de hoy en particular; mucho menos si se trata tan sólo de una exégesis redactada en un idioma contemporáneo y basada en discrepantes copias de un original ya perdido en las arenas del tiempo, lo cual es el caso del Nuevo Testamento contenido en una Biblia adquirida en una librería cualquiera.

Las aportaciones de los especialistas son muy diversas y, por supuesto, no todos llegan a las mismas conclusiones, ni siquiera a conclusiones definitivas que apoyen un solo tipo de ortodoxia; por el contrario, muchas preguntas permanecen abiertas en relación a temas básicos del cristianismo, los debates entre especialistas siguen siendo actuales y más controvertidos que nunca. ¿Fue Jesucristo un personaje histórico o sólo parte de una narrativa mítica?, ¿fue Jesucristo divinizado por sus seguidores después de su muerte o fueron los escribas de final del siglo I quienes pusieron exageradas frases en boca de un mero personaje literario?

Las aportaciones de los especialistas conllevan no poco trabajo y dedicación, a eso se dedican para vivir, y de la calidad y del sustento de estas aportaciones depende su profesión y, por tanto, depende la manutención propia y familiar. No podrían mantenerse en su profesión si publicaran disparates injustificados. Es decir, hay muchas razones por las que tienen especial cuidado de publicar no meras opiniones dichas a la ligera sino información confiable justificada que pueda someterse a riguroso examen crítico. Ciertamente, alguien interesado en el Nuevo Testamento por lo que es debe aprender a ejercer ese tipo de examen sobre las aportaciones de los especialistas.

Pero entonces, ¿importan esas aportaciones o no importan? Eso seguiré preguntando en la siguiente ocasión.

Saturday, September 20, 2014

¿Para qué la ecdótica?

Una buena parte de la mentalidad propia está formada de ideas provenientes, en última instancia, de algún libro. Las tradiciones orales para difundir cultura, por supuesto, aún están presentes pero su alcance y efecto no son equiparables con lo proporcionado por las tradiciones textuales. Al analizar algún contenido del modo de pensar propio sería posible, en alguna medida, seguirle el rastro hasta su fuente primigenia: un conglomerado de expresiones difundidas por medio de libros y que, cual semilla cultural, habilitó el historial hermenéutico o interpretativo de ese contenido hasta el día de hoy. Esto es un poco más cierto en ese campo ya hegemónico llamado ‘cultura occidental’ que en otros campos culturales donde el concepto de ‘libro’ no cuenta con predominio.

El libro es un artefacto de técnica cultural; es decir, el libro es una herramienta de cultivo en la granja humana y como tal —como tecnología— no pertenece al ámbito del bien o del mal, ni al ámbito de lo cierto o falso, ni siquiera al ámbito de lo bello y de lo sublime, sino que pertenece a la aplicación o la práctica en esos ámbitos; es decir, no por estar escrito en un libro quiere decir que a fortiori sea algo bueno, cierto o bello.

Esto se hace relevante pues mucho de una ideología proviene de lo textual contenido en libros. A manera de ejemplo y de desarrollo de esto mismo, Olivier Reboul, en su texto Lenguaje e ideología, propone que una ideología aspira a imponerse sobre otras e inicia por el dominio del lenguaje, al confiscar y monopolizar las palabras:

«Por el lenguaje la ideología le ahorra al poder el recurso a la violencia, suspende el empleo de ésta, o la reduce al estado de amenaza, de implícita ultima ratio. Por el lenguaje, en fin, la ideología legitima la violencia cuando el poder tiene que recurrir a ella, haciéndola aparecer como derecho, como necesidad, como razón de Estado, en suma, disimulando su carácter de violencia.»

Así, en la debida proporción, la palabra ‘cristiano’ llega a tomarse como sinónimo de ‘bueno’ o de ‘amor’, o la palabra ‘escuela’ llega a tomarse como ‘educación’, mientras que hacerlo tan sólo es un efecto de la confiscación del lenguaje para propósitos ideológicos de algún poder que busca la hegemonía. Roberto Zavala Ruiz ofrece ejemplos históricos en su obra El libro y sus orillas:

«No otra cosa practicaron los frailes desde su llegada a las anchurosas y pródigas tierras de América. Si en el siglo XIV había sido la lengua de los mexicas la que se impuso con rapidez de imperio sobre las demás lenguas mesoamericanas, en el siglo XVI sería desplazada por el idioma de Castilla, por el habla de los dominadores peninsulares. El español había de ser el vehículo idóneo para difundir la religión y la cultura, aunque para cumplir este objetivo los religiosos tuvieran que aprender primero las lenguas de los naturales.»

Si lo textual en los libros se interpreta con descuido entonces uno queda expuesto a sólo entender lo que uno quisiera que el libro dijera, pero que quizá el autor nunca intentó decir. De ahí que la ecdótica o crítica textual o crítica menor, como disciplina filológica, sea un prerrequisito para una lectura crítica de libros; es decir, es necesario primero indagar cuáles palabras fueron realmente escritas para entonces intentar hacer una interpretación de esas palabras. Para una interpretación de mayor calado, además, se hace necesaria la crítica mayor o crítica histórica, la cual ayuda a formar una perspectiva histórica amplia del proceso literario y del contexto sociocultural alrededor del origen de un texto.

Por ejemplo, para mejorar las interpretaciones del Nuevo Testamento los especialistas, por hace ya siglos, han estado aplicando tanto la ecdótica como el método histórico-crítico a los textos neotestamentarios, y una amplia y diversa gama de proyectos hermenéuticos han ocurrido desde entonces hasta nuestros días. Cada proyecto ha buscado esclarecer algún aspecto particular de los textos y no tan sólo repetir lo ya antes dicho por otros; es decir, son proyectos de investigación rigurosa, requieren aportar algo de relevancia y de una manera que nunca haya sido aportada anteriormente; tanto es así que hoy los especialistas enfrentan una difícil tarea para encontrar un tema de estudio adecuado para un proyecto de investigación neotestamentaria, pues el Nuevo Testamento es el conjunto de libros más ampliamente investigado en la historia de la civilización occidental. Por lo cual, el interesado en entender el Nuevo Testamento de manera más amplia y provechosa, y no sólo bajo alguna perspectiva ideológica particular, debe saber que no puede ignorar las aportaciones hermenéuticas de muchos especialistas en el tema.

Tuesday, September 16, 2014

Lo escrito de origen

El último párrafo de la nota ¿Textos que hablan? alude a un considerable esfuerzo aún por hacer en cuanto a indagación en crítica textual. Por supuesto, eso aplica con especial énfasis para cualquiera de nosotros que, sin ser especialistas, tenemos interés en formarnos una conciencia más amplia de lo que implica tener algún contacto con textos antiguos o con textos fundacionales de cualquier disciplina; aun cuando ese contacto sea indirecto y se limite a comparar lo que publican los especialistas, es decir los que sí tienen acceso y contacto directo con manuscritos antiguos, o tienen los recursos para leer directamente aquellos textos fundacionales.

Tal esfuerzo no es otro que aquel requerido para indagar críticamente cualquier otro asunto de la realidad, y para intentar distinguir entre conocimiento y mera opinión. Tan sólo al declarar un interés por el ‘conocimiento’ en contraste con la ‘mera opinión’ ya queda implícito, como prerrequisito mínimo, el esfuerzo para adquirir familiaridad con la historia de la epistemología y de la gnoseología, así como con el cultivo de la curiosidad científica y del asombro filosófico. De otro modo, sin esa familiaridad, sin esa curiosidad y sin esa facultad de asombro, se explica muy bien por qué alguien pudiese albergar la opinión de que es estéril poner esfuerzo alguno en un asunto en donde ya todo está por completo determinado, finalizado y sobre el cual no hay nada nuevo por decir ni descubrir.

El ejercicio de la crítica textual se hace relevante en la medida en que nos preguntemos por lo escrito de origen sobre algún tema. Por ejemplo, ¿qué es lo que realmente fue dicho por Winston W. Royce, en 1972, sobre la efectividad de un proceso lineal para su modelo de producción de sistemas informáticos en su texto «Managing the development of large software systems». ¿Cuáles fueron realmente las palabras escritas por el o los autores de los textos que ahora se conocen como Nuevo Testamento? ¿Cuáles fueron las palabras de Lucrecio en su poema «De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas)» y cuáles han sido sus interpretaciones más disímiles a lo largo de los siglos? ¿Qué escribió realmente el sociólogo Max Weber en el texto «Economía y sociedad» y qué agregó Marianne Weber después de haber muerto su marido, y por qué lo hizo?

Sunday, September 14, 2014

Tradición oral y rigor

En una reciente conversación con un querido amigo surgió de su parte una cita bíblica, lo cual me hizo recordar lo que proponen algunos historiadores sobre ciertas peculiaridades de las tradiciones orales antes de convertirse en tradiciones textuales como parte del proceso de formación de lo que ahora conocemos como Nuevo Testamento. La cita era una contestación de Jesús en uno de sus diálogos con Poncio Pilato, pero la cita no era literal sino un parafraseo. Más tarde cotejé el griego koiné consensuado y también varias exégesis. El aludido diálogo entre Jesús y Poncio Pilato aparece en los cuatro evangelios, el diálogo conserva similitud en los sinópticos, pero en Juan es más extenso y es el único donde encontré algo como lo mencionado en nuestra conversación. En Juan 19:10 Pilato menciona que él tiene el poder para o liberarlo o condenarlo, y en Juan 19:11 Jesús contesta que si Pilato tiene alguna autoridad es porque se le otorgó de arriba. La contestación de Jesús citada por mi amigo fue: "Todo está dispuesto y no puedes cambiarlo.", lo cual resulta un parafraseo con muy grandes libertades. Nuestra conversación fue informal y no hay por qué exigir rigor alguno para citar con precisión, pero me pregunto en qué medida esa conversación podría contener algo de lo sucedido en las tradiciones orales antes que se redactaran los textos autógrafos en papiros y pergaminos hace más de dos milenios.

En filología, la disciplina llamada «crítica textual» está dedicada a la investigación de esas tradiciones textuales. Uno de sus objetivos es establecer cuál podría haber sido la redacción “original” de textos antiguos. Hay varios métodos para aproximarse a ese objetivo, uno de ellos es el método histórico-crítico, el cual aporta datos históricos para asistir a los exégetas en su ejercicio hermenéutico. Una de las teorías histórico-críticas con no poco soporte propone que todos los evangelios canónicos son textos anónimos, y que el cuarto evangelio canónico, el atribuido a un tal Juan, fue redactado cerca del fin del primer siglo (alrededor del año 90-95 EC); entre 60-65 años después de los supuestos acontecimientos en su narrativa. ¿No da mucho para pensar el que ese texto capturara más detalles del diálogo entre Jesús y Pilato en comparación con los tres evangelios sinópticos, siendo que estos quizá fueron redactados aproximadamente 25 años antes que aquel?

¿Textos que hablan?

¿Los textos “hablan” por sí mismos? Es decir, ¿un texto obliga alguna interpretación en específico o, más bien, permite diversidad interpretativa? Si el texto hablase, ¿quién habla cuando leo?, ¿con quién dialogo en la privacidad de mi mente mientras leo?

Según autores en neurociencias, así como no pocos filósofos de la mente, en la percepción no hay otro testigo excepto uno mismo: percibir es presenciar una serie de vívidas escenas mentales desde un graderío de un solo asistente. No hay manera asequible ni de saber ni de comunicar si el rojo que usted percibe es exacta y precisamente el mismo rojo que yo percibo, lo mismo con el dolor, el sabor y demás llamados qualia –cualidades subjetivas de la experiencia individual. Por supuesto, la ciencia experimental logra un tipo de objetividad basado en intersubjetividad, pero por ahora no hay manera de asir con firmeza una explicación objetiva de la cualidad de la sensación en la mente consciente. Por ejemplo, con experimentación es posible verificar que el ojo humano puede distinguir un gran número de tonos del mismo color, sin embargo no hay suficientes palabras para poder comunicarlos objetivamente. Por lo que no hay manera de evitar por completo lo inefable de nuestra percepción; es decir, lo incomunicable, y que en muchos casos es lo que realmente importa de manera personal.

Si la experiencia directa individual del aquí y del ahora conlleva aspectos relevantes e inexpresables, cuán mayor inefabilidad habría en la transmisión textual aún si el autor estuviese a lado nuestro mientras leemos para asistirnos en la interpretación; cuánto más si la composición del texto tiene décadas, siglos o milenios de haber ocurrido.

Leer un texto es leerse a uno mismo; como lo dice Marcel Proust: «cada lector, cuando lee, es el propio lector de sí mismo.» Por eso es tan relevante la lectura crítica, para hacer delicadas distinciones entre los aspectos subjetivos propios y los aspectos intersubjetivos externos a nuestra propia vida mental, para distinguir lo que sólo está en mí y lo que está afuera de mí, para distinguir una interpretación subjetiva, relevante e inefable y lo que son hechos intersubjetivos en forma de interpretaciones compartidas.

Hay muchos tipos de hechos intersubjetivos: hay hechos físicos, psicológicos, sociológicos, históricos, aun hechos religiosos y teológicos, así como hay hechos estéticos e incluso hechos místicos, etc. Lo importante es mantener en continua revisión los criterios que sustentan tales categorías, y evitar confundirlos entre sí de manera permanente. Un frecuentado ejemplo es el hecho físico, evidente a la percepción en la experiencia directa, de que la Tierra no está en movimiento ni gira alrededor del Sol; tal hecho fue una interpretación compartida por muchos en el pasado, pero de ser un hecho físico pasó a ser un hecho psicológico histórico (es decir, es un hecho histórico que mucha gente mantuvo esa mentalidad en épocas pasadas).

¿Quién o qué articula las palabras y los enunciados que leo en un texto? ¿No acaso en esa articulación ocurre una inherente y sutil cooperación entre autor, medio de transmisión y lector, tal que un desentono contextual menor o mayor puede causar interpretaciones diferentes? La lectura como proceso ocurre sobre el resbaladizo terreno de la comunicación humana. Por eso una lectura crítica implica no poco esfuerzo pues hay mucho por verificar antes de proponer una interpretación o exégesis de un texto; por supuesto, entre más tiempo y distancia cultural haya entre el autor y el lector más complejo y relevante se hace ese esfuerzo.

Hay mucho por indagar sobre ese esfuerzo de lectura crítica de textos, en la historia de la lectura hay no pocos ejemplos de un solo texto pero con gran variedad de interpretaciones, y de no menos complejidad en las consecuencias de dichas interpretaciones. Hay mucho por indagar sobre el importante papel que tiene la crítica textual en el ejercicio de la hermenéutica y la filología.